En los medios de comunicación podemos seguir la información de la guerra interna que se está viviendo estas última semanas en Costa de Marfil. No hemos querido incluir ningún «entrada» en nuestro blog al respecto. En ella hay un enlace a la revista «Jeune Afrique», en la que tienen información diaria sobre el conflicto; también en cualquier periódico.
Las razones últimas de un conflicto interno no son tan sencillas como a veces se nos quiere dar a entender, y no queremos caer en la tentación de realizar análisis demasiado simplistas. Además, como en todo grupo, en la comunidad viatoriana marfileña hay distintas sensibilidades; por respeto a ellas, no hemos querido ni queremos hacer ninguna valoración. Pero el no querer hacer ningún tipo de valoración no implica el no ser sensible al sufrimiento del pueblo marfileño. Más de una de las comunidades viatorianas en Costa de Marfil tiene presencia activa en la zona central del conflicto actual, en Abidjan. Añadimos uno de los últimos mensajes que nos han llegado:
«Nos acaba de llegar la luz. No tenemos agua, carecemos de provisiones. No se puede salir de casa desde hace varios días. Ayer lunes fue la gran ofensiva.
La guerra transcurre al lado de nuestra casa (1 km), donde está uno de los campos militares llamado “Akwedo”.
Los helicópteros de la ONU y de Francia sobrevolaban nuestra casa y el colegio y bombardeaban el polvorín del campo militar vecino, destruyendo todo. Me han dicho que varias familias de los militares estaban refugiadas allí. No sé a cuántos habrán matado. Nosotros estábamos encerrados en casa, por el suelo, debajo del hueco de la escalera. La casa temblaba a cada bomba que caía. Era peligrosísimo, una auténtica lluvia de fuego, sin parar durante horas. ¡Qué horror! ¡Qué experiencia tan traumatizante! Y que la imbecilidad humana nos haya hecho llegar a este extremo.
Luego paró un poco. Rezamos en la oscuridad, comimos un arroz blanco sin sustancia. Y sin agua, sin luz, con un calor sofocante y respirando el humo de las explosiones en cadena nos fuimos a nuestras habitaciones.
La noche fue dura. Toda la noche oyendo caer las bombas desde los helicópteros, pero esta vez no era tan cerca, debía ser hacia el palacio presidencial u otros campos militares.
Hoy martes no se ha oído nada de nada. No hemos salido de casa. Todo está desierto. Al no tener luz, no sabíamos nada.
A ver mañana qué pasa. Lo peor son los grupos armados por las calles. Han intentado entrar en nuestras comunidades. Imagínate el pánico.
Orad por nosotros, por este país. Saludos a todas y todos. Estamos en contacto con nuestras familias.»