TESTIMONIOS – Javier Martínez, Clérigo de San Viator, lleva 23 años en Costa de Marfil, dedicado a la educación en los tres centros que la congregación tiene en el país africado en diferentes épocas. Actualmente, Javier Martínez es el director pedagógico del colegio San Viator de Adbijan.
En una interesante conversación, nos relató sus convicciones y sus vivencias en torno a la situación de Costa de Marfil, el proceso que ha desembocado en el conflicto armado y la esperanza que puede suponer la vida religiosa en el horizonte que se abre ahora.
El estallido de la rebelión el 19 de septiembre del 2002 me pilló en Ferkessedougou, al norte del país, lo que supuso tener que cerrar momentáneamente el Colegio y ser evacuado a Abidjan. Pero a principios de enero del 2003 pudimos reabrir el Colegio a petición de las autoridades militares de la rebelión. Al mismo tiempo, para poder terminar el curso escolar, abrimos una sucursal en el Colegio San Viator de Abidjan para acoger alumnos de los colegios católicos que, huyendo de la guerra, se refugiaron en Abidjan.
Todo esto me supuso hacer el viaje, bastante peligroso por cierto, Abidjan-Ferké-Abidjan, por lo menos una vez al mes durante seis meses. Todo este preámbulo para decir que, lo que viene sucediendo desde ese 19 de septiembre del 2002, con periodos más o menos belicosos o tranquilos, hasta ahora, y en particular en estos últimos cuatro meses de diciembre a marzo y que han terminado en abril con 12 días de auténtica guerra para detener a Gbagbo, no me ha extrañado mucho.
Y si miramos la historia de Costa de Marfil, nos extrañará todavía menos porque, dejando aparte las declaraciones incendiarias de unos y otros; y el hecho de que cada bando ha intentado armarse hasta los dientes, a pesar del embargo de armas que pesaba sobre Costa de Marfil, en mi opinión el fondo de la cuestión es un problema étnico o tribal, es decir un conflicto entre distintas etnias, más o menos presentes en una zona u otra del país. Conflicto étnico que se ha mezclado además con el poder económico a través de la política.
Pequeña explicación.
1. En Costa de Marfil tenemos unos 40 grupos o subgrupos étnicos, entre los que cabe destacar : los malinkés, al norte, a los que pertenece Alassane Ouattara ; los baulés, en el centro-este, a los que pertenece Henri Konan Bédié, antiguo Presidente del país, sucesor de Houphoüet-Boigni (el que dio la independencia a Costa de Marfil) y hoy un fuerte apoyo de Ouattara; los bétés, al oeste, a los que pertenece Gbagbo. Son tres etnias que, aparentemente, no se han entendido entre ellas.
2. Hay que tener también en cuenta que, antes de ser dos naciones independientes, Costa de Marfil y Burkina Faso eran un sólo país (el país Voltaico: alto y bajo Volta), por lo que muchas personas que hoy viven en Costa de Marfil, nacieron en lo que hoy es Burkina Faso, por lo que se les considera, a ellos y a sus descendientes, como extranjeros (es el caso del Presidente Alassane Ouattara: él nació en territorio marfileño, pero su padre nació en lo que hoy es Burkina Faso, por lo que ciertos grupos étnicos los consideran extranjeros).
3. Houphoüet-Boigny era de la opinión de que «la tierra pertenece a quien la trabaja» y a partir de este principio, muchos trabajadores burkinabés entraron en posesión de muchas tierras en Costa de Marfil porque fueron ellos los que empezaron y continuaron a ocuparse de las plantaciones de cacao; y también concedió la nacionalidad marfileña a ciudadanos de otros países que colaboraron con él a engrandecer el país.
4. La aparición de un nacionalismo a ultranza: en cuanto al origen: «marfileños de pura cepa» (de padre y madre, aunque luego pasó a ser de padre o madre) y en cuanto a la tierra: la tierra pertenece a los autóctonos a los marfileños «de pura cepa», aunque haya sido cultivada por trabajadores naturales de otros países.
A mi modo de ver el último episodio empezó el 30 noviembre 2010 cuando el portavoz de la CEI se disponía a leer un avance de los resultados. Un incidente impidió dicha proclamación en el momento oportuno. El Presidente de la CEI tuvo que proclamar los resultados al día siguiente, fuera del periodo previsto por la ley. Sin embargo, el Representante del S.G. de la ONU para Costa de Marfil, tal como estipulaban los acuerdos de Ouagadougou, reconocidos por ambos líderes, validó, en nombre del S.G. de la ONU, los resultados, junto con los representantes de la Unión Europea.
El Secretario General de la ONU anunció el miércoles 8 de diciembre de 2010 el triunfo, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, de Alassane Ouattara con un 56% de votos. Decisión que el Consejo Constitucional de Costa de Marfil no aceptó. Y ahí se lió la cosa… A pesar de todo, nuestra comunidad religiosa, como tantas otras comunidades religiosas, hemos seguido nuestras actividades educativas, (nuestro Colegio tiene 1.500 alumnos), formativas y catequéticas, en las distintas parroquias; a veces interrumpidas por enfrentamientos armados entre partidarios de los dos bandos, que impedían a los alumnos acudir al Colegio ya sea en transporte particular o en los autocares del Colegio. Pero nada hacía esperar lo que ha llegado.
A partir del viernes 25 de marzo cerramos el Colegio ya que las tropas favorables al presidente electo, Alassane Ouattara, estaban a las puertas de Abidjan. El 31 de marzo de 2011 empieza la ofensiva sobre Abidjan. Pero todavía no nos hacíamos a la idea de que se avecinaba una guerra «de verdad». Y lo peor llegó. A partir del 1 de abril, el crepitar de las armas ligeras y el ruido del armamento pesado se convirtieron en «el pan nuestro de cada día» y yo diría también de cada noche.
Nuestra comunidad no está lejos de un punto estratégico para la toma de Abidjan, lo que nos daba derecho a una ración suplementaria de misiles y armas ligeras, incluso al otro lado de nuestra tapia. En un momento determinado ya pensábamos que en cualquier momento los de un bando o los del otro, entrarían en nuestra comunidad para robar a punta de metralleta. Pero gracias a Dios, no pasó nada.
Un día en que la cosa se calmó un poco, pudimos salir a comprar algo de alimento, porque la despensa estaba vacía. De nuevo gracias a Dios, pudimos encontrarlo, pero… ¡a qué precio! En mi comunidad, formada mayoritariamente por jóvenes estudiantes en formación, pasábamos el tiempo charlando, consultando internet y rezando, ya que nadie tenía ganas de hacer otra cosa, y además, no podíamos salir de casa, ya que nos podíamos encontrar alguna bala perdida en el camino.
Esta situación, poco a poco, nos iba angustiando cada vez más, por lo que había que hacer un esfuerzo suplementario para tranquilizarnos y para tranquilizar a los más pusilánimes. Creo que la oración diaria, a veces animada por el ruido de las ametralladoras y de los cañones, nos ayudó a superar, no voy a decir el miedo, que sí, que lo había, sino la angustia de no saber qué sucedería al día siguiente.
Así el 9 de abril nos evacuaron en helicóptero a su campamento-base, previo reagrupamiento en uno de los colegios franceses de nuestro barrio, junto a otros ciudadanos europeos. Una vez en su base y no sabiendo cuánto podría durar aquello, decidimos aprovechar un vuelo en un avión del ejército francés de Abidjan a Dakar, y una vez en Dakar, cogimos al día siguiente un vuelo directo para Madrid, donde llegamos en la madrugada del lunes día 11, día en que Lauren Gbagbo fue detenido.
No he hablado «ex profeso» del papel de las autoridades católicas y musulmanas, religiones mayoritarias, porque, a Dios gracias, la religión no ha intervenida para nada, insisto, para nada, en el desarrollo de esta crisis desde su comienzo en el 2002, aunque alguien haya querido últimamente implicarlas quemando varias mezquitas y asesinando fríamente a líderes religiosos musulmanes.
Y aunque soy sacerdote católico, me descubro ante las autoridades religiosas musulmanas porque, a pesar de todo, siempre han llamado al perdón y a la reconciliación. Ahora lo que nos queda a los religiosos y religiosas es colaborar con las nuevas autoridades, y más en concreto con las autoridades académicas del Ministerio de Educación, para reconstruir el tejido social muy malparado últimamente, y trabajar en el perdón y en la reconciliación entre todos los marfileños de la etnia y religión que sean.
Tenemos que hacer renacer de sus cenizas a este hermoso país, haciendo callar nuestros rencores, nuestro dolor para reconstruir una Costa de Marfil nueva y más fuerte; una tierra de hospitalidad y de tolerancia donde reine la Paz, la Unión, la Disciplina y el Trabajo de forma que nunca más tengamos que meditar lo que muchas veces decía el padre de la nación Félix Houphouët-Boigny : «No se aprecia la verdadera felicidad hasta que se ha perdido».