Delicias recoge firmas para dedicar una calle a Jaime Gómez, educador de San Viator

La verdad es que estaba esperando una disculpa para dedicarle un post a Jaime, y aprovecho la nota que acaba de editar el día 26 de octubre «El Norte de Castilla» de Valladolid para ello. Fallecido el 18 de noviembre de 2010 fue mi director de estudios en las épocas aquellas en las que estudiaba Magisterio en Valladolid.

Un hombre de fe y una persona excepcional, alegre, cercana, de distancias cortas, sin nunca una palabra de ánimo para toda persona que se le acercara, niños, jóvenes y adultos. Testigo del amor de Dios. Doy paso al artículo y ‘cuelgo’ las 75 páginas de su vida, para el que le interese. Un abrazo, Jaime, y no te preocupes, que la vuelta al mundo te la cobraré, cuando nos veamos de nuevo.

Colegios y parroquias se unen para reclamar un homenaje 

«Cuando Antonio Gómez y Esperanza Gutiérrez decidieron que su hijo Jaime (San Pelayo, Burgos, 1934) ingresaría en el seminario menor de los viatores en Eskoriatza (Guipúzcoa), se temieron lo peor. Con 13 años, Jaime era un pésimo comensal. Nunca tenía apetito… y odiaba los garbanzos. «A ver si mi ‘Mucu’ pasa hambre», quizá se lamentaba su madre por las noches. Pero Jaime al final encontró otro tipo de sustento -espiritual- que le dio fuerzas a lo largo de su vida. Profesor en Vitoria y Zaragoza, con una memoria privilegiada, y ordenado sacerdote en 1968, ese mismo año recala en Valladolid, en Delicias, barrio donde permanecerá 35 años (en distintas etapas) hasta ganarse el cariñoso apelativo del ‘obispo de las Delicias’.

Así lo conoce un gran número de vecinos en el barrio, personas que no han querido olvidar su labor y que, en vísperas del aniversario de su muerte (falleció el 18 de noviembre de 2010), han impulsado por colegios, parroquias, comercios y centros públicos de Delicias una campaña de recogida de firmas para conseguir -según explica Alberto Muñiz, gerente de San Viator- la colocación de un pequeño monolito que recuerde su figura (en el cruce de la avenida de Segovia con Juan Carlos I) y el bautizo de una calle con su nombre en el futuro barrio de La Florida, proyecto de urbanización en la prolongación de Delicias que hoy duerme el sueño de los justos. Sería la calle del padre Jaime Gómez, el religioso que desempeñó la mayor parte de su labor en San Viator y que tuvo una estrechísima vinculación con el barrio.

Aquí, a Valladolid, llegó en 1968 y durante cerca de diez años se encargó de la catequesis de la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, con más de mil chavales, un centenar de catequistas, el impulso de un coro… y un imborrable recuerdo. Cuando en 1978 es trasladado a Madrid como consejero de la dirección provincial de los viatores, don Aureliano, el párroco del Carmen, remitió una carta al Superior de la orden donde explicaba que «ante la inminente ausencia de don Jaime, sentimos en el alma que se nos vaya. Su partida será insustituible, a no ser que usted se digne acordarse de esta parcela tan floreciente de la fe y nos envíe a otro sucesor tan dinámico, animador apostólico como el padre Jaime, cosa que me parece imposible», recoge un libro editado por San Viator.

Gómez regresó a Valladolid en 1980, aunque sus responsabilidades le impidieron retomar la catequesis en el Carmen. Su camino enlazó entonces con nuevas misiones, como la puesta en marcha del movimiento diocesano Justicia y Paz, el colectivo que durante años ha promovido marchas pacíficas en favor de la paz, la justicia, los inmigrantes o los derechos humanos… y que después de cada atentado de ETA, convocaba una concentración de repulsa, a las 20:00 horas, en torno a la cruz de la plaza de San Pablo.

Cenas de Manos Unidas

Su figura es una de las impulsoras de la cena de Manos Unidas que desde hace 25 años celebra el grupo Amigos de San Viator -ha llegado a reunir a 600 comensales- y es también uno de los responsables de la puesta en marcha, con seis congregaciones religiosas, de la Fundación Aldaba-Proyecto Hombre de atención a drogodependientes. Miembro del patronato de la escuela de Magisterio Fray Luis de León y animador del grupo Educadores para la Paz, su nombre estará siempre vinculado a Delicias, ya que fue uno de los impulsores del parque de la Paz y además, el responsable de que con ese nombre fuera bautizado.

Con su recordado poncho, el padre Jaime dijo en más de una ocasión que nunca había entrado en unos grandes almacenes: «Basta con ver el escaparate para darse cuenta de la cantidad de cosas que no necesitamos», aseguraba. Ni necesitó ni quiso flores en su entierro y el dinero que habrían costado fueron para las familias más necesitadas del barrio, recuerda Mercedes del Valle, presidenta de la asociación Barrio Delicias. Quizá su forma de ser le llevaría a pensar hoy que no necesitaba una calle, pero sus vecinos entienden que la figura de Jaime Gómez necesita ser recordada, con letras de molde, en la historia de Delicias, el barrio que lo ha convertido en su obispo particular.»

Vida de Jaime Gómez

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