Hoy no sopla la tormenta de arena. Hoy no sopla la mínima brizna de brisa. Hay un silencio espantoso. Sábado. La lluvia no ha llegado.
M. me dice que el PMA ha decidido no aceptar mi idea de preparar un campo para la siembra de mijo para la próxima cosecha. Me lee el comunicado en el que descarta la idea por razones políticas y estratégicas: “no se ve viable la instalación y la acomodación de un campo de un número de personas, aún no calculado, porque se consideraría asentamiento de personas sin arraigo ni afinidad”.
No coincide con la estrategia del Plan que indica claramente que la población refugiada vuelva a sus lugares, aldeas de origen, con el fin de estabilizar el país y la situación política demandada por el pueblo legitimo somalí y el gobierno actual reconocido existente”.
Intento no echarme a reír en el W. T. pero M. no tiene la culpa de nada, bastante que ha recogido la idea, la ha transmitido y me han contestado rápido y claro.
Se lo comento a V., que alucina como yo. Damos una vuelta por el campo, miro sus caras, sus escuálidas realidades, su futuro inciertamente “estratégico y político”, miro los ojos hundidos de los niños, los pechos secos de sus madres de menos de 30 años y me pregunto si eso es “políticamente correcto”.
Le dejo a V. en su cubículo y vuelvo solo, caminando entre miradas extrañas y aburridas; camino con las manos en la nuca, mirando al suelo caliente. Tardo, tardo mucho en llegar hasta “la clínica”. Me da igual, no va a cambiar nada porque 20, 60 o 1.000 niños no se mueran en este campo. Da igual.
Da igual que no llueva, que la milicia degüelle a las únicas cabras en 200 kms a la redonda, que perforemos o no pozos para buscar agua para que la gente beba. Se tendrán que ir, tarde o temprano, no importa, Tumaini no existe. Sólo es un punto en el maldito mapa de África donde la gente se muere porque es “política y estratégicamente correcto”.
Campo Tumaini. Lo siento, hoy no son buenas noches para nadie.